LA
SEPARACIÓN INTERIOR
Samael Aun Weor:
Uno tiene que aprender a producir la separación del sí mismo, la
separación de todas las cosas: aprender a no identificarse con los sucesos, con
los acontecimientos, con los eventos, con las cosas. La identificación absorbe,
le vampiriza a uno la conciencia y la sumerge más profundamente en el sueño. De
manera que necesitamos que nuestra conciencia despierte, lo cual es posible
haciendo la separación entre nosotros y las cosas; entre nosotros y los eventos
o sueños.
En estado de alerta-percepción o de alerta-novedad, podemos verificar
directamente que los defectos escondidos afloran espontáneamente. Es claro que
cada defecto descubierto en el "gimnasio" de la vida práctica debe
ser trabajado conscientemente, con el propósito de separarlo de nuestra
psiquis. Si parados sobre una tabla deseamos levantarla para colocarla arrimada
a una pared, se nos haría imposible esta labor mientras continuemos parados
sobre ella. Obviamente, debemos empezar por separar la tabla de sí mismos,
retirándonos de la misma, para luego levantar la tabla con nuestras manos y
colocarla recostada al muro.
De manera similar, nosotros no debemos identificarnos con ningún
"agregado psíquico", si es que en verdad deseamos separarlo de
nuestra psiquis. Quien siempre se cree "uno", nunca será capaz de
separarse de sus propios "elementos indeseables", pues considerará
cada pensamiento, sentimiento, deseo, pasión, afecto, como funcionalismos
diferentes e inmodificables de su propia naturaleza, y hasta se justificará
diciendo que tales o cuales defectos personales "son de carácter
hereditario". Mas, quien acepta la "doctrina de los muchos
yoes", comprende a base de observación que cada deseo, cada pensamiento,
acción, pasión, corresponde a éste u otro yo distinto, diferente.
Cualquier "atleta" de la auto-observación íntima trabaja muy
seriamente dentro de sí mismo y se esfuerza por "apartar de su
psiquis" los "elementos indeseables" que carga dentro. Si uno,
de verdad y muy sinceramente, comienza a observarse internamente, resulta
dividiéndose en dos: "observador" y "observado". Si tal
división no se produjese, es evidente que nunca daríamos un paso adelante en la
vía maravillosa del auto-conocimiento. ¿Cómo podríamos observarnos a sí mismos
si cometiéramos el error de no querer dividirnos entre "observador" y
"observado”?.
Indubitablemente, cuando esta división no sucede continuamos
identificados con todos los procesos del "yo pluralizado". Quien se
identifica con todos los procesos del "yo pluralizado" es siempre
víctima de las circunstancias. ¿Cómo podría modificar circunstancias aquel que
no se conoce a sí mismo? ¿Cómo podría conocerse a sí mismo quien nunca se ha
observado internamente? ¿De qué manera podría alguien auto-observarse si no se
divide en observador y observado? Ahora bien, nadie puede empezar a cambiar
radicalmente, en tanto no sea capaz de decir, "Este deseo es un 'yo
animal' que debo eliminar"; "Este pensamiento egoísta es otro 'yo'
que me atormenta y que necesito desintegrar"; "Este sentimiento que
hiere mi corazón es un 'yo intruso' que necesito reducir a polvareda
cósmica".
Naturalmente, esto es imposible para quien nunca se ha dividido entre
observador y observado. Quien toma todos sus procesos psicológicos como
funcionalismos de un "yo" único, individual y permanente, se encuentra
tan identificado con todos sus errores, los tiene tan unidos a sí mismo que ha
perdido la capacidad para separarlos de su psiquis. Obviamente, personas así
jamás pueden cambiar radicalmente; son gentes condenadas al más rotundo
fracaso.