jueves, 10 de abril de 2014

EROS



EROS

Por Samael Aun Weor


Dice el Doctor Rouband, lo siguiente:
"Tan pronto como el miembro viril penetra en el 'vestibulum', roza primero el 'glans' en la glándula clítoris que se encuentra en la entrada del canal del sexo, y que mediante su posición y el ángulo que forma, puede ceder y flexionarse.
Tras esta primera excitación de ambos centros sensibles, se desliza el 'glans penis' sobre los bordes de ambas vulvas; el 'collum' y el 'corpus penis' serán envueltos por las partes salientes de la vulva, hallándose por contra el 'glans penis' más avanzado en contacto con la fina y delicada superficie de la mucosa vaginal, que es elástica al tejido eréctil que se halla entre las membranas individuales.
Esta elasticidad, que permite a la vagina adaptarse al volumen del pene, aumenta aún la turgencia y, por ende, la sensibilidad del clítoris, mientras que conduce a él y a la vulva la sangre que fuera expelida de los vasos de las paredes vaginales.
Por otra parte, la turgencia y la sensibilidad del 'glans penis' aumentan por la acción compresiva del tejido vaginal, que se torna cada vez más turgente, y de ambas vulvas en el vestíbulo.
Además, el clítoris es presionado hacia abajo por la porción anterior del 'musculus compresor' y encuentra la superficie dorsal del 'glans' y del 'corpus penis', se roza con los mismos y los roza, de manera que cada movimiento influye en la copula de ambos sexos y, finalmente, sumándose las sensaciones voluptuosas conducen a aquel elevado grado del orgasmo, que por una parte provocan la eyaculación y por otra la recepción del licor seminal en la hendida abertura del cuello del útero.
Cuando se piensa en la influencia por el temperamento, la constitución, y una serie de otras circunstancias, tanto especiales como corrientes, que tienen sobre la facultad sexual, uno se convence de que no se haya ni con mucho solucionada la cuestión de la diferencia en la sensación del placer entre ambos sexos, y hasta de que dicha cuestión, envuelta entre todas las diversas condiciones, es insoluble; esto es tan cierto, que hasta presenta dificultad el querer trazar un cuadro completo de las manifestaciones generales en el coito, pero mientras en una persona la sensación del placer se traduce sólo en una vibración apenas perceptible, en otra alcanza el punto más elevado de la exaltación, tanto moral como física.
Entre ambos extremos hay innumerables transiciones; aceleramiento de la circulación de la sangre, vivas palpitaciones de las arterias; la sangre venosa, que es retenida en los vasos por la concentración muscular, aumenta la temperatura general del cuerpo, y ese estancamiento de la sangre venosa, que de manera aún más pronunciada tiene su acción en el cerebro, por la contracción de los músculos del cuello y la inclinación hacia atrás de la cabeza, causa una momentánea congestión cerebral, durante la cual pierden algunos la razón y todas las facultades intelectuales.
Los ojos, enrojecidos por la inyección de la conjuntiva, se tornan fijos y de mirada incierta, o como en el caso de la mayoría de las veces, se cierran convulsivamente, para rehuir el contacto con la luz.
La respiración, que en unos es jadeante y entrecortada, se interrumpe en otros por la espasmódica contracción de la laringe, y el aire, retenido por algún tiempo, busca finalmente un camino al exterior, mezclado con palabras inconexas e incomprensibles.
Como he señalado, los centros nerviosos congestionados producen sólo impulsos confusos.
El movimiento y sensación muestran un desorden indescriptible; los miembros son presa de convulsiones, a veces también de calambres, se mueven en todas direcciones o bien se contraen y entumecen como barras de hierro; las mandíbulas apretadas hasta rechinar los dientes, y ciertas personas llegan tan lejos en su delirio erótico, que, olvidándose por completo de la pareja, la muerden en estos espasmos de placer en el hombro hasta hacerle sangrar.
Este estado frenético, esta epilepsia y este delirio de Eros, duran acostumbradamente sólo breve tiempo, pero el suficientemente largo como para agotar por completo la energía del organismo en el animal intelectual que desconoce la magia sexual y para quien tal hiperexitación ha de concluir con una pérdida más o menos abundante de esperma, mientras que la mujer, por muy enérgicamente que pueda haber coparticipado en el acto sexual, sólo sufre una pasajera lasitud que es mucho más reducida que la del hombre, y que le permite recuperarse más rápidamente para repetir el coito".
"Triste est omne animal post coitum, praeter mulierem gallamque", ha dicho Galeno, axioma que en lo esencial es exacto en cuanto al sexo masculino respecta.
En el amor, nada importa ciertamente. Ni el dolor ni la alegría, sino sólo eso que se llama amor. Mientras el amor libre ata, la desunión lo mata, porque Eros es lo que realmente une.
El amor se enciende con el amor, como el fuego con el fuego; pero, ¿de dónde salió la primera llama? En ti salta bajo la vara del dolor. Tú lo sabes.
Luego... ¡Oh dioses! Cuando el fuego escondido sale llameando, lo de dentro y lo de fuera son una sola cosa, y todas las barreras caen hechas cenizas.
El amor comienza con un destello de simpatía, se substancializa con la fuerza del cariño y se sintetiza en adoración. Un matrimonio perfecto es la unión de dos seres, uno que ama más y otro que ama mejor. El amor es la mejor religión asequible. ¿Amar? ¡Cuán bello es amar! Sólo las almas simples y puras saben amar. El amor se alimenta con amor. Avivad la llama del espíritu con la fuerza de Eros.
"Puesto que el enlace de los sexos puede equivaler a un acto creador, que se adhiere a la potencia y esplendor del primer día, Lutero denomina a los órganos sexuales las 'bonestissimae et prasteantissimae partes corporis'. Fue por el pecado donde los miembros más útiles y honestos se convirtieron en lo más vergonzoso".
Mahoma dijo:
"El coito es un acto hasta placentero a la religión. siempre que se le realice con la invocación de Alá y con la propia mujer para la reproducción"
O mejor, para la transmutación sexual. El Corán dice:
"Ve, toma por mujer una doncella a la que acaricies y te acaricie, no pases al coito sin haberte antes excitado por las caricias".
El profeta enfatiza así:
"Vuestras esposas son para vosotros un labrantío. Id a él como os plazca, pero realizad antes algún acto de devoción. Temed a Dios y no olvidéis que un día os habréis de hallar con su presencia".
El autor de El-Ktah, escrito extraordinariamente apreciado por los árabes, no se harta en la glorificación del coito; éste es para él el himno de alabanza más magnífico y sagrado, el anhelo más noble del hombre y su compañera tras la unidad primitiva y las delicias paradisíacas.
El famoso teólogo destaca a menudo el carácter sublime y divino del acto carnal; mas toma una posición decisiva contra las naturalezas profanas y groseras que satisfacen en él únicamente su voluptuosidad animal.
Estos --dice-- no han comprendido ni visto que el amor es el 'Fíat Lux' del libro de Moisés, el mandato divino, la ley para todos los continentes, mares, mundos y espacios.
Y en sus ulteriores explicaciones, el autor de El-Ktah revela la primitiva ciencia esotérica, de que en el fondo la unión física de hombre y mujer es un acto sobrenatural, una reminiscencia paradisíaca, el más bello de todos los himnos de alabanza dirigidos por la criatura al Creador, el Alfa y Omega de toda la creación".
El Jeque Nefrani pone en boca de un sabio estas palabras:
"La mujer es semejante a una fruta cuyo aroma se aspira primero cuando se toma por la mano. Si no se calienta, por ejemplo, con la mano la hierva de basilisco, no se nota su aroma. El ámbar despide su fragancia sólo cuando se le calienta. Y esto bien lo sabes. Asimismo sucede con la mujer: Cuando quieras pasar al acto amoroso, debes primero calentar el corazón de ella con todos los preparativos del arte de amar, con besos, abrazos y pequeños mordiscos. Si descuidáis esto, no te será deparado ningún goce completo, y todos los encantos de los enamorados quedarán ocultos para ti".
En un tratado muy sabio sobre medicina china he leído lo siguiente:
"El taoísmo tiene otras influencias en la medicina, como lo prueba la lectura de una recopilación de tratados taoístas, el Sing-Ming-Kuei-Chen, del año 1622 aproximadamente.
Se distinguen tres regiones en el cuerpo humano. La región superior o cefálica es el origen de los espíritus que habitan en el cuerpo. La almohada de Jade ('Yu Chen') se encuentra en la parte posterior inferior de la cabeza. El llamado hueso de la almohada es el occipucio ('Chen-Ku').
El palacio del 'Ni-Huan' [término derivado de la palabra sánscrita 'Nirvana'], se encuentra en el cerebro, llamado también 'mar de la médula ósea' ('Suei-Hai'); es el origen de las substancias seminales.
La región media es la columna vertebral, considerada no como un eje funcional sino como un conducto que une las cavidades cerebrales con los centros genitales; termina en un punto llamado 'la columna celeste' ('T'ien Chu') situado detrás de la nuca en el punto donde nacen los cabellos; no debe confundirse este punto con el de la acupuntura del mismo nombre.
La región inferior comprende el campo de cinabrio ('Tum T'ien'), del que nos ocuparemos más adelante, en ella asienta la actividad genital representada por los dos riñones: el fuego del tigre ('Yang') a la izquierda y el fuego del Dragón ('Yin') a la derecha.
La unión sexual está simbolizada por una pareja; un hombre joven conduce el tigre blanco y una mujer joven cabalga sobre el dragón verde; el plomo (elemento masculino) y el mercurio (elemento femenino) van a mezclarse; en cuanto están unidos, los jóvenes arrojan su esencia en un caldero de bronce, símbolo de la actividad sexual. Pero los líquidos genitales, en particular el esperma ('Tsing'), no se eliminan y pierden, sino que pueden volver al cerebro por la columna vertebral, gracias a la cual se recupera el curso de la vida.
La base de estas prácticas sexuales taoístas es el 'Coitus Reservatus', en el cual el esperma que ha bajado del encéfalo hasta la región prostática (pero que no ha sido eyaculado) vuelve a su origen; es lo que se denomina hacer volver la substancia ('Huan-Tsing').
Sean cualesquiera las objeciones que se formulen frente a la realidad de este retorno, no es menos cierto que los taoístas concibieron un dominio cerebral de los instintos elementales que mantenía el grado de excitación genésica por debajo del umbral de eyaculación; dieron al acto sexual un estilo nuevo y una finalidad distinta a la fecundación".
La esotérica Viparitakarani enseña científicamente cómo el yogui indostano, en vez de eyacular el semen, lo hace subir lentamente mediante concentración, de manera que hombre y mujer unidos sexualmente puedan eliminar el ego animal.
Los antiguos griegos conocieron muy exactamente el parentesco esencial entre la muerte y el acto sexual; en Eros presentaban al "genio de la muerte", sosteniendo en mano, el dios, una antorcha inclinada hacia abajo, como portador de la muerte.
Siendo la fuerza más profunda y primitiva de todas en los hombres la sexual, es considerada por el tantras como el Eros cosmogónico, la serpiente ígnea de nuestros mágicos poderes.
Muy lejos de violentar a nuestra esencia íntima en el sentido de concupiscencia brutal, o bien de entumecerse orgánicamente por un espasmo que sólo dura pocos segundos, el practicante toma por contra la potencia de su particular divina madre Kundalini, para fusionarse con ella en una unidad y eliminar tal o cual 'yo', es decir, este o aquél defecto psicológico previamente comprendido a fondo.
Sólo con la muerte adviene lo nuevo. Así es como Eros, con su antorcha inclinada hacia abajo, reduce a polvareda cósmica a todos esos agregados psíquicos que en su conjunto constituyen el 'yo'.
El mantra o palabra mágica que simboliza todo el trabajo de magia sexual es "krim". En este mantra debe emplearse una gran imaginación, la cual obra directamente sobre Eros, actuando éste por su parte, a su vez, sobre la imaginación, insuflándole energía y transformándola en fuerza mágica.
Para ponerse en contacto con la móvil potencia universal, el practicante percibe diversas imágenes, mas ante todo se le revela su divina madre adorable con la lanza sagrada en su diestra, peleando furiosa contra aquel "yo diablo" que personifica tal o cual error psicológico que anhelamos destruir.
El practicante cantando su mantra "krim" fija luego su imaginación, su translúcido, en el elemento fuego, de tal modo que él mismo se sienta como llama ardiente, como flama única, cómo hoguera terrible que incinera al "yo diablo" que caracteriza al defecto psicológico que queremos aniquilar.
La extrema sensibilidad de los órganos sexuales anuncia siempre la proximidad del espasmo; entonces debemos retirarnos a tiempo para evitar la eyaculación del semen. Continúese luego el trabajo, el hombre acostado en el suelo en decúbito dorsal (boca arriba) y la mujer en su cama. Suplíquese a la divina madre Kundalini, pídase con frases sencillas salidas del corazón sincero, elimine con la lanza de Eros, con la fuerza sexual, el "yo" que personifica al error que realmente hemos comprendido y que anhelamos reducir a polvareda cósmica. Bendígase por último el agua contenida en un vaso de cristal bien limpio, y bébase dando gracias a la madre divina.
Todo este ritual del "Pancatattwa" libera al héroe de todo pecado; ningún tenebroso puede resistirle; se le subordinan los poderes terrestres y supraterrestes y camina por la tierra con la conciencia despierta.
Temido por todos los demonios, vive como señor de la salvación en completa bienaventuranza; escapa a la ley del renacimiento, pues a través de largos y terribles trabajos de magia sexual, ha utilizado el formidable poder eléctrico de Eros, no para satisfacciones brutales de tipo animal, sino para reducir a polvo al "yo pluralizado".


Tomado del libro “EL MISTERIO DEL AUREO FLORECER”
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