EROS
Por Samael Aun Weor
Dice el Doctor Rouband, lo siguiente:
"Tan pronto como el miembro viril
penetra en el 'vestibulum', roza primero el 'glans' en la glándula clítoris que
se encuentra en la entrada del canal del sexo, y que mediante su posición y el
ángulo que forma, puede ceder y flexionarse.
Tras esta primera excitación de ambos
centros sensibles, se desliza el 'glans penis' sobre los bordes de ambas
vulvas; el 'collum' y el 'corpus penis' serán envueltos por las partes
salientes de la vulva, hallándose por contra el 'glans penis' más avanzado en
contacto con la fina y delicada superficie de la mucosa vaginal, que es
elástica al tejido eréctil que se halla entre las membranas individuales.
Esta elasticidad, que permite a la vagina
adaptarse al volumen del pene, aumenta aún la turgencia y, por ende, la
sensibilidad del clítoris, mientras que conduce a él y a la vulva la sangre que
fuera expelida de los vasos de las paredes vaginales.
Por otra parte, la turgencia y la
sensibilidad del 'glans penis' aumentan por la acción compresiva del tejido
vaginal, que se torna cada vez más turgente, y de ambas vulvas en el vestíbulo.
Además, el clítoris es presionado hacia
abajo por la porción anterior del 'musculus compresor' y encuentra la
superficie dorsal del 'glans' y del 'corpus penis', se roza con los mismos y
los roza, de manera que cada movimiento influye en la copula de ambos sexos y,
finalmente, sumándose las sensaciones voluptuosas conducen a aquel elevado
grado del orgasmo, que por una parte provocan la eyaculación y por otra la
recepción del licor seminal en la hendida abertura del cuello del útero.
Cuando se piensa en la influencia por el
temperamento, la constitución, y una serie de otras circunstancias, tanto
especiales como corrientes, que tienen sobre la facultad sexual, uno se
convence de que no se haya ni con mucho solucionada la cuestión de la
diferencia en la sensación del placer entre ambos sexos, y hasta de que dicha
cuestión, envuelta entre todas las diversas condiciones, es insoluble; esto es
tan cierto, que hasta presenta dificultad el querer trazar un cuadro completo
de las manifestaciones generales en el coito, pero mientras en una persona la
sensación del placer se traduce sólo en una vibración apenas perceptible, en
otra alcanza el punto más elevado de la exaltación, tanto moral como física.
Entre ambos extremos hay innumerables
transiciones; aceleramiento de la circulación de la sangre, vivas palpitaciones
de las arterias; la sangre venosa, que es retenida en los vasos por la
concentración muscular, aumenta la temperatura general del cuerpo, y ese estancamiento
de la sangre venosa, que de manera aún más pronunciada tiene su acción en el
cerebro, por la contracción de los músculos del cuello y la inclinación hacia
atrás de la cabeza, causa una momentánea congestión cerebral, durante la cual
pierden algunos la razón y todas las facultades intelectuales.
Los ojos, enrojecidos por la inyección de
la conjuntiva, se tornan fijos y de mirada incierta, o como en el caso de la
mayoría de las veces, se cierran convulsivamente, para rehuir el contacto con
la luz.
La respiración, que en unos es jadeante y
entrecortada, se interrumpe en otros por la espasmódica contracción de la
laringe, y el aire, retenido por algún tiempo, busca finalmente un camino al
exterior, mezclado con palabras inconexas e incomprensibles.
Como he señalado, los centros nerviosos
congestionados producen sólo impulsos confusos.
El movimiento y sensación muestran un
desorden indescriptible; los miembros son presa de convulsiones, a veces
también de calambres, se mueven en todas direcciones o bien se contraen y
entumecen como barras de hierro; las mandíbulas apretadas hasta rechinar los
dientes, y ciertas personas llegan tan lejos en su delirio erótico, que,
olvidándose por completo de la pareja, la muerden en estos espasmos de placer
en el hombro hasta hacerle sangrar.
Este estado frenético, esta epilepsia y
este delirio de Eros, duran acostumbradamente sólo breve tiempo, pero el
suficientemente largo como para agotar por completo la energía del organismo en
el animal intelectual que desconoce la magia sexual y para quien tal
hiperexitación ha de concluir con una pérdida más o menos abundante de esperma,
mientras que la mujer, por muy enérgicamente que pueda haber coparticipado en
el acto sexual, sólo sufre una pasajera lasitud que es mucho más reducida que
la del hombre, y que le permite recuperarse más rápidamente para repetir el
coito".
"Triste est omne animal post coitum, praeter mulierem
gallamque", ha dicho Galeno, axioma que en lo
esencial es exacto en cuanto al sexo masculino respecta.
En el amor, nada importa ciertamente. Ni el dolor ni la alegría, sino
sólo eso que se llama amor. Mientras el amor libre ata, la desunión lo mata,
porque Eros es lo que realmente une.
El amor se enciende con el amor, como el fuego con el fuego; pero, ¿de
dónde salió la primera llama? En ti salta bajo la vara del dolor. Tú lo sabes.
Luego... ¡Oh dioses! Cuando el fuego escondido sale llameando, lo de
dentro y lo de fuera son una sola cosa, y todas las barreras caen hechas
cenizas.
El amor comienza con un destello de simpatía, se substancializa con la
fuerza del cariño y se sintetiza en adoración. Un matrimonio perfecto es la
unión de dos seres, uno que ama más y otro que ama mejor. El amor es la mejor
religión asequible. ¿Amar? ¡Cuán bello es amar! Sólo las almas simples y puras
saben amar. El amor se alimenta con amor. Avivad la llama del espíritu con la
fuerza de Eros.
"Puesto que el enlace de los sexos
puede equivaler a un acto creador, que se adhiere a la potencia y esplendor del
primer día, Lutero denomina a los órganos sexuales las 'bonestissimae et
prasteantissimae partes corporis'. Fue por el pecado donde los miembros más
útiles y honestos se convirtieron en lo más vergonzoso".
Mahoma dijo:
"El coito es un acto hasta placentero
a la religión. siempre que se le realice con la invocación de Alá y con la
propia mujer para la reproducción"
O mejor, para la transmutación sexual. El Corán dice:
"Ve, toma por mujer una doncella a la
que acaricies y te acaricie, no pases al coito sin haberte antes excitado por
las caricias".
El profeta enfatiza así:
"Vuestras esposas son para vosotros un
labrantío. Id a él como os plazca, pero realizad antes algún acto de devoción.
Temed a Dios y no olvidéis que un día os habréis de hallar con su
presencia".
El autor de El-Ktah, escrito
extraordinariamente apreciado por los árabes, no se harta en la glorificación
del coito; éste es para él el himno de alabanza más magnífico y sagrado, el
anhelo más noble del hombre y su compañera tras la unidad primitiva y las
delicias paradisíacas.
El famoso teólogo destaca a menudo el
carácter sublime y divino del acto carnal; mas toma una posición decisiva
contra las naturalezas profanas y groseras que satisfacen en él únicamente su
voluptuosidad animal.
Estos --dice-- no han comprendido ni visto
que el amor es el 'Fíat Lux' del libro de Moisés, el mandato divino, la
ley para todos los continentes, mares, mundos y espacios.
Y en sus ulteriores explicaciones, el autor
de El-Ktah revela la primitiva ciencia esotérica, de que en el fondo la unión
física de hombre y mujer es un acto sobrenatural, una reminiscencia
paradisíaca, el más bello de todos los himnos de alabanza dirigidos por la
criatura al Creador, el Alfa y Omega de toda la creación".
El Jeque Nefrani pone en boca de un sabio estas palabras:
"La mujer es semejante a una fruta
cuyo aroma se aspira primero cuando se toma por la mano. Si no se calienta, por
ejemplo, con la mano la hierva de basilisco, no se nota su aroma. El ámbar
despide su fragancia sólo cuando se le calienta. Y esto bien lo sabes. Asimismo
sucede con la mujer: Cuando quieras pasar al acto amoroso, debes primero
calentar el corazón de ella con todos los preparativos del arte de amar, con
besos, abrazos y pequeños mordiscos. Si descuidáis esto, no te será deparado
ningún goce completo, y todos los encantos de los enamorados quedarán ocultos
para ti".
En un tratado muy sabio sobre medicina china he leído lo siguiente:
"El taoísmo tiene otras influencias en
la medicina, como lo prueba la lectura de una recopilación de tratados
taoístas, el Sing-Ming-Kuei-Chen, del año 1622 aproximadamente.
Se distinguen tres regiones en el cuerpo
humano. La región superior o cefálica es el origen de los espíritus que habitan
en el cuerpo. La almohada de Jade ('Yu Chen') se encuentra en la parte
posterior inferior de la cabeza. El llamado hueso de la almohada es el
occipucio ('Chen-Ku').
El palacio del 'Ni-Huan' [término derivado
de la palabra sánscrita 'Nirvana'], se encuentra en el cerebro, llamado también
'mar de la médula ósea' ('Suei-Hai'); es el origen de las substancias
seminales.
La región media es la columna vertebral,
considerada no como un eje funcional sino como un conducto que une las
cavidades cerebrales con los centros genitales; termina en un punto llamado 'la
columna celeste' ('T'ien Chu') situado detrás de la nuca en el punto donde
nacen los cabellos; no debe confundirse este punto con el de la acupuntura del
mismo nombre.
La región inferior comprende el campo de
cinabrio ('Tum T'ien'), del que nos ocuparemos más adelante, en ella asienta la
actividad genital representada por los dos riñones: el fuego del tigre ('Yang')
a la izquierda y el fuego del Dragón ('Yin') a la derecha.
La unión sexual está simbolizada por una
pareja; un hombre joven conduce el tigre blanco y una mujer joven cabalga sobre
el dragón verde; el plomo (elemento masculino) y el mercurio (elemento
femenino) van a mezclarse; en cuanto están unidos, los jóvenes arrojan su
esencia en un caldero de bronce, símbolo de la actividad sexual. Pero los líquidos
genitales, en particular el esperma ('Tsing'), no se eliminan y pierden, sino
que pueden volver al cerebro por la columna vertebral, gracias a la cual se
recupera el curso de la vida.
La base de estas prácticas sexuales
taoístas es el 'Coitus Reservatus', en el cual el esperma que ha bajado del
encéfalo hasta la región prostática (pero que no ha sido eyaculado) vuelve a su
origen; es lo que se denomina hacer volver la substancia ('Huan-Tsing').
Sean cualesquiera las objeciones que se
formulen frente a la realidad de este retorno, no es menos cierto que los
taoístas concibieron un dominio cerebral de los instintos elementales que
mantenía el grado de excitación genésica por debajo del umbral de eyaculación;
dieron al acto sexual un estilo nuevo y una finalidad distinta a la
fecundación".
La esotérica Viparitakarani enseña científicamente cómo el yogui
indostano, en vez de eyacular el semen, lo hace subir lentamente mediante
concentración, de manera que hombre y mujer unidos sexualmente puedan eliminar
el ego animal.
Los antiguos griegos conocieron muy exactamente el parentesco esencial
entre la muerte y el acto sexual; en Eros presentaban al "genio de la
muerte", sosteniendo en mano, el dios, una antorcha inclinada hacia abajo,
como portador de la muerte.
Siendo la fuerza más profunda y primitiva de todas en los hombres la
sexual, es considerada por el tantras como el Eros cosmogónico, la serpiente
ígnea de nuestros mágicos poderes.
Muy lejos de violentar a nuestra esencia íntima en el sentido de
concupiscencia brutal, o bien de entumecerse orgánicamente por un espasmo que
sólo dura pocos segundos, el practicante toma por contra la potencia de su
particular divina madre Kundalini, para fusionarse con ella en una unidad y
eliminar tal o cual 'yo', es decir, este o aquél defecto psicológico
previamente comprendido a fondo.
Sólo con la muerte adviene lo nuevo. Así es como Eros, con su antorcha
inclinada hacia abajo, reduce a polvareda cósmica a todos esos agregados
psíquicos que en su conjunto constituyen el 'yo'.
El mantra o palabra mágica que simboliza todo el trabajo de magia
sexual es "krim". En este mantra debe emplearse una gran imaginación,
la cual obra directamente sobre Eros, actuando éste por su parte, a su vez,
sobre la imaginación, insuflándole energía y transformándola en fuerza mágica.
Para ponerse en contacto con la móvil potencia universal, el
practicante percibe diversas imágenes, mas ante todo se le revela su divina
madre adorable con la lanza sagrada en su diestra, peleando furiosa contra
aquel "yo diablo" que personifica tal o cual error psicológico que
anhelamos destruir.
El practicante cantando su mantra "krim" fija luego su
imaginación, su translúcido, en el elemento fuego, de tal modo que él mismo se
sienta como llama ardiente, como flama única, cómo hoguera terrible que
incinera al "yo diablo" que caracteriza al defecto psicológico que
queremos aniquilar.
La extrema sensibilidad de los órganos sexuales anuncia siempre la
proximidad del espasmo; entonces debemos retirarnos a tiempo para evitar la
eyaculación del semen. Continúese luego el trabajo, el hombre acostado en el
suelo en decúbito dorsal (boca arriba) y la mujer en su cama. Suplíquese a la
divina madre Kundalini, pídase con frases sencillas salidas del corazón
sincero, elimine con la lanza de Eros, con la fuerza sexual, el "yo"
que personifica al error que realmente hemos comprendido y que anhelamos
reducir a polvareda cósmica. Bendígase por último el agua contenida en un vaso
de cristal bien limpio, y bébase dando gracias a la madre divina.
Todo este ritual del "Pancatattwa" libera al héroe de todo
pecado; ningún tenebroso puede resistirle; se le subordinan los poderes
terrestres y supraterrestes y camina por la tierra con la conciencia despierta.
Temido por todos los demonios, vive como
señor de la salvación en completa bienaventuranza; escapa a la ley del
renacimiento, pues a través de largos y terribles trabajos de magia sexual, ha
utilizado el formidable poder eléctrico de Eros, no para satisfacciones
brutales de tipo animal, sino para reducir a polvo al "yo
pluralizado".